Revisa el discurso de la Presidenta Michelle Bachelet en la Cena Anual de Energía

Revisa el discurso de la Presidenta Michelle Bachelet en la Cena Anual de Energía

22 Jun 2017

Discurso de S.E. la Presidenta de la República,
, Michelle Bachelet Jeria, al asistir a IX Cena Anual de Energía

Santiago, 21 de junio de 2017

Amigas y amigos:

Ésta es mi quinta intervención en esta Cena de la Energía, partió la primera en mi último año de Gobierno anterior, y será mi última intervención en esta Cena de Energía como Presidenta.

En este período han sido algo más de tres años, y sin embargo hemos recorrido un enorme camino. La primera vez que estuve aquí teníamos mucho por hacer, había tareas urgentes, había incertidumbre sobre qué ocurriría si no nos poníamos de inmediato a la acción. Teníamos, eso sí, una hoja de ruta de largo plazo, y teníamos la voluntad conjunta de echarla a andar cuanto antes. Teníamos necesidad de construir confianza, y eso es lo que hemos hecho.

“Nos medirán por nuestras acciones”, dije entonces, y estoy feliz de que así sea.

Porque es mucho lo que ha ocurrido desde esa primera cena –segunda en este caso, primera en este Gobierno– desde ese diagnóstico. Y juntos hemos sido protagonistas de lo ocurrido. Y hoy día aquí veo rostros conocidos; nos hemos encontrado en más de una ocasión en torno a alguno de los hitos de la Agenda de Energía que hoy tiene a Chile como un referente regional, como caso de éxito en la transición energética.

Lo que hoy es una evidencia, alguna vez pareció desmedido, poco realista o simplemente secundario. Pero aquí, en esta sala, están los que creyeron y contribuyeron a que el sector se haya convertido en el más dinámico de nuestra economía.

Y más que una mera preocupación económica, gremial o política de la industria, veo en esto una enorme convergencia de voluntades, de compromiso, de visión sobre lo que podemos o no podemos hacer en nuestro país, sobre lo que es bueno para Chile y para el mundo. Y es eso lo que me da la tranquilidad de que esta marcha no va a detenerse.

Ya sea en la caída de los precios, en competencia, en diversidad de tecnologías, en sustentabilidad, en transmisión, en institucionalidad, en beneficios ciudadanos; entre todos hemos empujado el carro que permitió marcar un antes y un después.

De hecho, no estamos lejos de la verdad si decimos que con la energía pasamos de tener un pesado carro a cuestas, a disponer de un poderoso motor que nos lleva a ser parte de las grandes tendencias mundiales.

Y a ustedes no tengo que decírselos, porque han sido los protagonistas o han estado en primera línea. Pero recordemos brevemente lo que autoriza a hablar de transformación y no de simples ajustes: tanto en magnitud como en términos de permanencia en el tiempo.

El sector energético se transformó en líder en inversiones, con cerca de 16 mil millones de dólares acumulados durante el periodo. Mejor aún, esta tendencia seguirá por los próximos años, con inversiones estimadas de más de 11 mil 200 millones de dólares entre el 2017 y el 2021.

Se logró una expansión de energías renovables no convencionales, que nos permitió pasar del 6% de la capacidad instalada a cerca del 17%. Pasamos de tener mil MW instalados a tener 3.800 MW. Y a fines de este Gobierno, vamos a llegar a cerca de los 5 mil MW. Es decir, un salto sin precedentes para instalar las energías del futuro en nuestro modelo de desarrollo.

En infraestructura, también hay avances considerables. A mayo de este año, hay 39 centrales en construcción, es decir más de 30% más que al momento de asumir.

Pero quiero relevar en especial lo que ha ocurrido en transmisión: no sólo tenemos 31 obras de transmisión que sumarán dos mil kilómetros de nuevas líneas. Además, a fines de año contaremos con un sistema eléctrico integrado, gracias a la interconexión entre los Sistemas Central y del Norte Grande. ¡Al fin!

También hemos actualizado nuestra legislación, desde la revisión de lo que estaba quedando obsoleto o generaba incentivos incorrectos, hasta la elaboración de nuevas normas y regulaciones. Por ejemplo, las leyes para fortalecer el Ministerio de Energía con la creación de Seremías en todas las regiones del país o la renovación de la franquicia tributaria para colectores solares térmicos. O la creación de un nuevo organismo coordinador, independiente del sistema eléctrico nacional, o la ampliación del giro de ENAP, que se completará con su nuevo gobierno corporativo y su capitalización.

Quiero destacar, por otra parte, que pudimos aprobar iniciativas que sacan al tema energético de una discusión exclusivamente técnica y lo transforman en un impacto positivo directo para los hogares, que es lo que ocurrió con el aumento de la eficiencia en el mercado de distribución de gas de red y el establecimiento de mayor protección para los consumidores. Y es lo que ocurrió con la Ley de Equidad Tarifaria, que permitirá que ninguna comuna del país tenga una diferencia de más del 10% en sus cuentas eléctricas.

Por eso hay que subrayar que hablar de transformación no es sólo dimensionar cada uno de estos cambios. Es también confirmar que aquí ha existido un cambio cultural, se ha generado una manera novedosa, con la ciudadanía, de encarar un proceso que era altamente complejo.

Y en este sentido, creo que es importante destacar tres aspectos.

Primero, hubo una apuesta por la participación. Esta transformación no nace de la cabeza de unos pocos iluminados: se implementó una Agenda de Energía dada a conocer en toda transparencia, con metas y plazos, y que se construyó gracias a cientos de reuniones y encuentros.

Y la premisa es simple: aunque tome más tiempo en un inicio, la mejor inversión de tiempo y esfuerzos es aquella que se hace en dar espacios a la participación de los ciudadanos y los múltiples actores económicos, sociales y académicos. La mejor prueba es que en poco más de tres años, la lista de resultados es contundente.

Y ésta es una gran lección para las industrias en general, pero especialmente sobre aquellas que intervienen directamente en los territorios al igual que los proyectos energéticos: todos ganamos si hay información clara, si hay espacios de real intercambio, si se suma al otro al proceso de toma de decisiones. No asumir cómo funciona nuestra sociedad en la actualidad es optar por quedar al margen.

Segundo, se hizo otra apuesta ambiciosa: intervenir en más de un ámbito a la vez. Es decir, asumir que cualquier transformación requiere de una mirada integral y requiere de cambios en más de un nivel.

Por ejemplo, para bajar los precios, se decidió traer competencia al sistema; para ello, se revisaron las bases de licitaciones que habían fracasado en el pasado y se crearon incentivos nuevos y claros para nuevos actores; asimismo, se estimuló la inversión extranjera; y se amplió la red de transmisión para la inyección de nuevas energías y su llegada al resto del territorio.

Tercero –y en vínculo evidente con lo anterior– se logró poner el pie en el acelerador porque el Estado asumió el rol que le corresponde. Posibilitando una visión global, favoreciendo los acuerdos, resolviendo escollos legales y venciendo pesos institucionales.

Por supuesto que no todo fue perfecto: quedamos al debe en eficiencia energética, las licitaciones futuras seguirán perfeccionándose, debemos ser más exigentes en la vinculación de los proyectos con las comunidades.

Pero lo que no hubo fue conformismo, hubo osadía, de parte de las autoridades, nacionales y regionales; de parte de los emprendedores e inversionistas; de parte de los expertos y líderes sociales. Y eso hizo la diferencia.

Sin embargo –como aquí ya se ha dicho– tampoco puedo yo dejar pasar algo en lo que estamos al debe como país: es impostergable que preparemos mejor nuestros sistemas para enfrentar las emergencias climáticas y los desastres naturales. Porque aquí se juega la seguridad en el abastecimiento de electricidad para las familias, es decir, un pilar central de la confianza ciudadana.

Porque no es posible que a cinco días de ocurridos los temporales, hoy día, a las 3 de la tarde, cerca de 4 mil 500 hogares tengan su electricidad cortada. Las compañías deben saber actuar a tiempo, porque no podemos darnos el lujo de debilitar la confianza de los ciudadanos por privilegiar intereses de corto plazo.

Amigas y amigos:

Si bien hemos llegado a una situación expectante –aquí se ha dicho por quienes me han antecedido pero yo también quiero referirme brevemente a eso– vemos que hay un gran espacio para seguir adelante, con solidez y una senda compartida. Hay logros, hay resultados, hay cambios, pero siguen quedando pendientes desafíos y al mismo tiempo aparecen desafíos adicionales, asociados a los nuevos escenarios y oportunidades.

¿Qué pasa en lo inmediato?

Tenemos tareas para el 2017 y 2018, como seguir profundizando la integración regional vía Argentina y el Norte Grande. Desde ya estamos trabajando en un protocolo que permitirá establecer normas de largo plazo para estos intercambios.

También tendremos que evaluar alternativas de interconexión eléctrica con Argentina, y un estudio de canalización para las líneas de interconexión eléctrica a través del Túnel de Agua Negra, que va a conectar la Provincia de San Juan en Argentina con la Región de Coquimbo en Chile.

Otro desafío clave es poner en operación la interconexión entre el sistema Interconectado Central (SIC) y del Norte Grande (SING).

Pero más importante que eso, que sería entre corto y mediano plazo, es lo que pase en el largo plazo, que debemos empezar a abordar desde ya. Gracias a la Agenda Energética 2050, elaborada también participativamente, contamos con una guía, con una definición de metas que va más allá de uno o dos periodos presidenciales.

Porque tenemos que empezar a pensar, como país, en las necesidades que va a enfrentar Chile en las próximas décadas: en seguridad de servicio, en emisiones, en acceso a electricidad, en bajos precios, en eficiencia energética.

Tomemos el caso de una de las principales metas de la Política Energética 2050, llegar a un 70% de la energía proveniente de energías renovables. Aquí la hidroelectricidad tiene un papel esencial y es una muestra de la innovación que se requerirá de todos los actores.

El plan de sumar 100 centrales minihidro a la matriz energética sigue avanzando. Estas centrales, que son más amigables con el medioambiente y las comunidades, nos permitirán desarrollar una parte del potencial hidroeléctrico de Chile.

Desde marzo 2014 a la fecha, 48 centrales minihidros se han puesto en operación y esperamos más que triplicar la capacidad instalada que recibimos en esta tecnología, pasando de 250 MW a cerca de 700 MW. Lo claro es que, en base a la experiencia acumulada, debemos generar las condiciones para una nueva relación entre recursos hídricos y la ciudadanía.

Otro gran campo de acción –y aquí se ha mencionado– dice relación con la electromovilidad, que además presenta características únicas para Chile y sus abundantes reservas de Litio. Y aprovecho de inmediato a invitarlos: el 3 de febrero tenemos la Carrera de la Fórmula E en la Plaza Italia, así que están todos invitados a participar de ese gran evento.

Yo mencionaba, entonces, la electromovilidad como un gran campo de posibilidades. El sistema de transporte, tanto público como privado, es la próxima barrera que tenemos que saltar para extender los usos de la electricidad.

Un tercio de la energía consumida en el país se destina al transporte y representa el 20% de las emisiones de CO2 de nuestro país. Y ya Claudio nos hablaba del ahorro que uno podía tener en CO2 si usaba un auto eléctrico.

Si se espera que los vehículos eléctricos sean el estándar internacional hacia el 2030, debemos elaborar una estrategia nacional para el fomento de la electromovilidad. Y es algo que se ha iniciado junto a actores del mundo privado, pero será una tarea que tendrá que intensificarse a futuro.

¿Cómo? Con más articulación de iniciativas, desde formación de capital humano a una entrada de Chile al mercado de las baterías; con regulación e incentivos; con estandarización de redes de carga y de eficiencia energética vehicular. Es decir, con una mirada industrial osada.

Un tercer ámbito de reflexión y acción es seguir ciudadanizando la energía. Hoy las personas están más conscientes de la importancia de la energía, en todas sus formas, y el impacto que tiene en sus vidas. Y la generación distribuida es una tendencia mundial, una ola que al igual que las Energías Renovables No Convencionales, está cambiando el perfil del sector energético a nivel mundial y lo va a hacer en Chile en los próximos años.

Con la Ley de Generación Distribuida, ya aprobada, estamos dando un primer paso. Se definió un marco legal para la incorporación de la generación ciudadana al sistema. Pero habrá un salto evidente entre las 1.300 conexiones ciudadanas de hoy y lo que ocurrirá cuando masivamente la gente produzca su propia energía para autoconsumo y venta.

Y ésa es la nueva revolución mundial, Chile ya está en ella, y su presencia se irá incrementando.

Son sólo algunos ejemplos de las discusiones que nos van a ocupar como país. Muchos otros desafíos irán surgiendo y tocará afrontarlos, pero sé que podremos hacerlo desde una nueva certeza y desde una nueva posición.

Aquello que encarecidamente buscábamos hace poco tiempo atrás, confianza y diálogo, ha sido lo que ha posibilitado cada avance. Hemos sido, Estado y privados, aliados frente a los enormes desafíos energéticos que afrontaba nuestro país.

Y debemos seguir siéndolo. Debemos seguir sumando visiones y ensanchando, desde la mesa común, desde el diálogo franco y transparente, desde la escucha a las comunidades, los caminos de nuestro desarrollo. Juntos, hemos levado el ancla y hemos comenzado a navegar aguas que un día –ya lejano– parecieron turbulentas.

Hemos tomado el timón de nuestro crecimiento, hemos definido la forma en que queremos modelar nuestro progreso y hemos incorporado cada voz y cada perspectiva en esta visión de futuro. En esta visión de un Chile más grande y luminoso para cada uno de sus habitantes.

Muchas gracias.

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