Pobreza Energética

 

 

 

La relación entre energía, desarrollo social y pobreza ha tomado cada vez más fuerza en la agenda global y en las políticas públicas nacionales. Esto se debe, en gran medida, al reconocimiento de los servicios energéticos como factores determinantes para la calidad de vida de las personas. El acceso a energía segura, asequible y sostenible no solo mejora las condiciones de vida al interior de los hogares, también abre las puertas a una mejor salud y educación, amplía y diversifica las oportunidades laborales y promueve el desarrollo productivo y cultural de los territorios. 

La pobreza energética es un problema de política pública tan diverso en sus dimensiones como en las acciones que buscan reducirla. Para abordarla, se reconocen cuatro dimensiones centrales e interconectadas: la habitabilidad, referida a las condiciones de la vivienda; el acceso físico a las fuentes de energía y los artefactos necesarios para satisfacer las necesidades energéticas; la calidad del suministro y el uso de fuentes de energía sostenibles; y la asequibilidad, referida al gasto en energía y su impacto en la economía doméstica.